martes, 30 de agosto de 2022

Beevor y la Guerra Civil Española

 Somos muchos los que soñamos con el verano, Con el descanso, con los viajes, con el mar, con la montaña, con el regreso al pueblo o a la ciudad... Pero el verano  nos trae también ecos, cada vez más lejanos, de la Guerra Civil Española: Del golpe militar contra la II República aquel 18 de julio de 1936;  del asesinato de García Lorca; de aquel 24 de agosto de 1944 en el que "La 9" liberó París; o el goteo diario de noticias sobre exhumación de fosas...

Tenemos una deuda pendiente con la Guerra Civil Española (GCE). Cada uno puede saldarla como mejor le parezca. Yo la saldo procurando acercarme cada vez más a la verdad, ampliando todo lo posible mis lecturas sobre los trágicos  acontecimientos de esos años, buena parte de los cuales me llegaron deformados en la escuela, mientras las familias guardaban silencio

Este verano he leído La Guerra Civil Española, de Antony Beevor (Ed. Crítica, 2005) que cierta revista especializada presenta así: "Es la primera Historia General de la GCE que se publica en 40 años y está destinada a reemplazar a las viejas síntesis de H. Thomas y G. Jackson, desfasadas..."

No lo tengo tan claro. El libro de Beevor presenta una serie de ventajas para el lector y algunos inconvenientes para el especialista.

La ventaja para el lector es que un libro de 900 páginas puede ser devorado en, digamos, unos 15 días: Los 39 capítulos tienen una extensión media de 15 páginas y Beevor tiene la capacidad de enganchar con una narración atractiva -en eso me recuerda la lectura de Los europeos, de Orlando Figes- de unos hechos complejos, en particular el desarrollo de batallas como El Jarama, Guadalajara o Teruel.

El especialista puede encontrar algunos inconvenientes: Es, en palabras de Ángel Viñas, un "libro de libros", es decir, Beevor se ha leído todo lo que han escrito otros historiadores -la mayoría españoles- y no añade casi nada nuevo. Dice que ha utilizado los archivos de Alemania y de Europa del Este para iluminar ciertos episodios de la guerra, pero la verdad es que no cita ni un solo archivo (público o privado) español.

Además, el lector que se ha acercado a otros libros de la GCE puede comprobar que la descripción de los principales problemas de España a principios del siglo XX (el problema agrario, el militar, la Iglesia, el analfabetismo...) es correcta, pero de la economía y de la situación internacional  se dan solo unas pinceladas, disueltas además en diferentes capítulos. 

Para no alargar esta entrada, diré que me resulta chocante  que Beevor afirme que "La Guerra Civil Española es uno de los pocos conflictos modernos cuya historia la han escrito con mayor eficacia los perdedores que los vencedores". Durante los 40 años de la Dictadura, no se pudo escribir más que la historia de los vencedores. De los 40 años de Democracia, más de la mitad han estado dominados por un pacto de silencio y solo en la segunda mitad comienza a hablarse de Memoria Histórica, un concepto que provoca un sarpullido a toda la derecha...

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jueves, 11 de agosto de 2022

Nadar entre tiburones

 Después de leer ¿Por qué dejas que te roben?, de Rubén Sánchez, uno tiene la sensación de que el consumidor medio español es como un nadador en una piscina de tiburones.

Estos tiburones serían las empresas que, además de cobrarnos de forma legal por lo que firmamos en nuestros contratos (de luz, de gas, de telefonía...), a veces pretenden darnos una dentellada inventándose mil argucias.


Empresas con nombre propio como Endesa, Naturgy, Vodafone o Movistar, porque lo que Rubén cuenta en este libro son docenas de casos reales de personas que han acudido a FACUA (Federación de usuarios y consumidores) para defender sus derechos y reclamar cobros indebidos que van desde los 9 € que Caixabank pretendía cargar a David, hasta hasta los 118.000 € que el banco de Santander reclamaba a Edurne (p.113).

Claro que estas dentelladas al españolito serían menores si no concurrieran ciertas circunstancias:

1. En nuestro país no existe un cultura de la reclamación. No reclamamos por muy diversos motivos: Compramos de forma compulsiva, no leemos los contratos, pocos se percatan de una irregularidad y, si son cantidades "pequeñas", no reclamamos. Y somos miedosos: hay un temor atávico a que nos corten la luz o a aparecer en un registro de morosos.

2. Los grandes medios de comunicación tienen cosas más importantes que dar voz a estos abusos y, en muchas ocasiones, guardan silencio o tratan estos asuntos de pasada. El País, por ejemplo, no sale muy bien parado (p.141). El temor a que las grandes empresas (que en ocasiones forman parte del Consejo de Administración de los medios) les retiren la financiación y/o la publicidad, pesa. Afortunadamente, algunos nuevos medios digitales como Economía Digital (p.161), eldiario.es, infolibre o diario16 están denunciado muchos casos.

3. La complicidad de partidos políticos y gobiernos con las grandes empresas. No es una novedad. Todo el mundo lo sabe. Los periódicos hablan con frecuencia de las "puertas giratorias", denunciadas también por Joaquim Bosch y de las que hablamos en la anterior entrada. Rubén Sánchez les pone nombre y apellidos: desde Felipe González a Aznar, pasando por Leopoldo Calvo-Sotelo: tres presidentes españoles que han ocupado un sillón en los consejos de administración de Naturgy, Endesa o Unión Fenosa. En cuanto a exministros...

4. La legislación tampoco ayuda mucho. La Ley General para la Defensa de los Consumidores es de 1984, hace casi cuarenta años. Es cierto que se remozó en 2007 para adaptarla a las directivas europeas, pero más cierto es, como dice Rubén Sánchez, que hoy "cuando estamos a punto de poner fin a un fraude, sus departamentos (de ciertas empresas) de innovación en fraude ya tiene listos cinco más" (p.204).

5. Naturalmente, si no hay una voluntad política y una legislación adecuada para  acabar con las cláusulas abusivas que encierran ciertos contratos, el sistema judicial se encuentra, pongámonos en el mejor de los casos, atado de pies y manos para defender a los consumidores y, en ocasiones (como en el caso de la "cláusula suelo"), ha habido que recurrir al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE)  que, dicho sea de paso, en esa ocasión le dio un buen tirón de orejas a nuestro Tribunal Supremo.

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lunes, 1 de agosto de 2022

Otra pregunta (europea) del millón

    No todas las preguntas tienen fácil respuesta. Algunas parecen irresolubles hoy, pero con el paso del tiempo vamos obteniendo respuestas parciales, pistas que nos ayudarán a completar el puzle. 

Dos publicaciones recientes vienen a responder a la pregunta (europea) del millón:¿por qué no tenemos hoy, 65 años después de la fundación de la Comunidad Económica Europea, una opinión pública europea (OPE)? 

Juan Luís Cebrián, director de El País hasta 1988, en su artículo "Un europeísta del nuevo renacimiento", escrito con motivo del fallecimiento de Eugenio Scalfari, recuerda que los editores, ya en los años 80, eran conscientes de que no es posible una Europa Unida sin una opinión pública europea y repasa las dificultades para crear un grupo periodístico europeo:

    Eugenio Scalfari, fundador del diario italiano La Repubblica y "europeista genuino" (J.L. Cebrián  dixit)

"El periodismo moderno, tal como lo habíamos conocido, debía al nacionalismo tanto como este a los diarios que lo apadrinaron". Es decir, nacionalismo y periodismo se retroalimentan creando un bucle del que es difícil (por no decir imposible) salir. Los periódicos (y las televisiones) nacionales pueden dar noticias sobre Europa, pero contribuyen a duras penas a una OPE.

María Ramírez, subdirectora de eldiario.es, acaba de publicar El Periódico, un libro donde repasa 25 años de periodismo en Internet. Ramírez fue Corresponsal de El Mundo en Bruselas (2005-2011) y reconoce:

A los 28 años "mi conocimiento de la UE se limitaba a unas pocas clases de política internacional, sobre tratados y generalidades que sin duda habían quedado anticuadas. Varias personas a las que ofrecieron ese puesto de corresponsal en Bruselas habían dicho que no, pero yo lo acepté sin pedir ni unos minutos para pensarlo" (p.104).

Y más adelante, "Como novata en Bruselas no controlaba los detalles de aquella negociación" (se refiere al Consejo Europeo en el que se aprobaron los presupuestos europeos de 2005-2012). En las páginas siguientes, Ramírez ofrece respuestas a esa bisoñez: "Bruselas requería paciencia, lectura, especialización y trabajo constante...".

Algunos medios han aprendido esta lección, sobre todo a raíz de la crisis del euro y de la pandemia. Pero un proyecto periodístico europeo parece hoy más lejano... pero más necesario!