miércoles, 18 de julio de 2018

Crédito al consumo


En ocasiones, uno se pregunta si estos diez años de sufrimiento provocados por la crisis han servido para algo, si hemos aprendido alguna de sus lecciones o si, a la primera de cambio, estamos dispuestos a tirar todo otra vez por la borda.

A estas alturas, todo el mundo tiene claro que, sin entrar en tecnicismos, la causa principal de la crisis fue ese afán de vivir por encima de nuestras posibilidades, gastando más de lo que ingresamos, tirando de tarjetas de crédito y solicitando a los bancos toda clase de préstamos.


   Estado actual (2018) de un edificio de viviendas, tal y como quedó  con la crisis (2008)

Pues bien, diez años después, cuando todavía no hemos hecho la digestión de la burbuja inmobiliaria que obligó a España a pedir un rescate en 2012, y según un informe del BCE y de la Comisión Europea (CE) "el crédito al consumo ha vuelto a niveles previos a la crisis".

 En 2017, las familias recibieron más de 43.000 millones de euros en préstamos al consumo (una cantidad similar al rescate de España en 2012), lo que ha hecho saltar las alarmas en el Banco de España (BdE) y en el informe conjunto del BCE y la CE. Todos coinciden en que "la reciente expansión de créditos al consumo merece una vigilancia estrecha".

Ahora, toca a familias y ciudadanos nadar entre dos aguas: 

Por un lado, los bancos no paran de ofrecer "créditos preconcedidos" de 3.000 a 30.000 € para un "capricho": cambiar de coche, vacaciones, viajes... ¿Cuántos de los que han asistido al Mundial de Rusia 2018 lo habrán hecho a crédito? 

Por otro lado, las instituciones (BdE, BCE, CE), cual Pepito Grillo, no paran de advertirnos sobre las nefastas consecuencias de un consumo desaforado: una nueva burbuja de crédito.

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