sábado, 16 de julio de 2022

Sobre La patria en la cartera

 "La corrupción no forma parte de nuestro ADN", es la primera preocupación de Jaoquim Bosch a la hora de desmontar, en su libro La patria en la cartera, los mitos sobre la corrupción en España. Es cierto que en nuestro país la corrupción tiene una larga tradición.

Tan larga -Bosch se remonta al siglo XIV- y tan profunda en los siglos XIX y XX, que ha llevado a algunos a pensar que la corrupción en este país no tiene remedio porque forma parte del carácter español ( y para eso citan en vano al Lazarillo, El Buscón o Rinconete).



Bosch se rebela contra esta corriente de opinión y trata de establecer unas causas históricas, deteniéndose especialmente en la Dictadura de Franco (1939-1975) y desde la Transición Democrática (1975-1982) hasta nuestros días. 

Durante la Dictadura de Franco no es que hubiera corrupción en España, es que "el franquismo institucionalizó por completo la corrupción" (p.43). Y pasa revista a los distintos estamentos sociales:

Políticos, empezando por la fortuna acumulada por Franco, que "conocía los negocios de los grandes estraperlistas y miraba hacia otro lado" (p.89); los militares, "retratados" en la Operación Sobornos de Churchill; empresarios como Juan March, Diego Barrié de la Maza, Oriol y Urquijo, Julio Muñoz Ramonet, Julián Coca, José Banús o Félix Huarte; los parientes del dictador, el mercado negro, escándalos como Sofico o Matesa:

" las corruptelas de los altos cargos de la dictadura se extendieron a gobernadores civiles y alcaldes...generó un clientelismo de Estado y de partido único donde decenas de miles de puestos de la Administración se adjudicaban a los leales al régimen" (p.60)

El problema de la corrupción durante la Transición puede analizarse en profundidad o resumirse brevemente: "Batallar contra la corrupción no formó parte de las prioridades de la Transición" (p.111). Y es que el país estaba en otras cosas: durante esos años, hubo más de 700 muertes por causas políticas de distinto signo (ETA, Extrema Derecha, Policía...), intentos de golpes de Estado, conflictividad social y  crisis económica.

Solo a finales de los años 80 "empezó el fuego cruzado entre los partidos por los escándalos de corrupción"(p.131) con casos como Luis Roldán, Juan Guerra, Mariano Rubio, Fondos reservados, Filesa, Naseiro...y así hasta nuestros días.

La conclusión es que, después de más de cuarenta años de democracia, los políticos no se han tomado en serio la corrupción, a pesar de que es una de las principales preocupaciones de los españoles y de su gigantesca dimensión económica: 47.500 millones de euros anuales en sobrecostes, según la CNMV (p.19).

 Pero Joaquim Bosh no se limita en este ensayo a enumerar una retahíla de casos de corrupción. También aporta soluciones. Unas soluciones complejas, que pasan por una reforma de los partidos políticos y del sistema electoral, una separación clara del poder político y judicial, dotando a éste de mayores recursos, medidas de prevención, acabar con las puertas giratorias, los aforamientos, el clientelismo y el despilfarro.

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