jueves, 3 de diciembre de 2020

Sobre El hijo del chófer

 Comencé a leer El hijo del chófer (Jordi Amat, 2020) por tres referencias: Carles Geli, Lluís Bassets y Justo Serna, pero sobre todo por conocer más a fondo a su protagonista, Alfons Quintá, periodista puntero de la Transición, del que recuerdo vagamente sus artículos, pero con toda claridad su firma como corresponsal  y delegado en Cataluña de El País (1976-1982).

En la vida, desconocida hasta ahora por el gran público, de Alfons Quintá (1943-2016) hay dos planos contradictorios: El plano profesional y el plano personal y sobre ambos actúa el contexto social y político de los años de Transición que Jordi Amat hilvana con maestría.

   

                                Alfons Quintá en su etapa como director de TV3


En el plano profesional, Alfons Quintá alcanzó la gloria: Después de trabajar los primeros años en Tele/eXpres, Enciclopedia catalana, Presència, Radio Barcelona, Guadiana, trabaja en El País (1976-82), donde destapa el caso Banca Catalana, pasando sin solución de continuidad a pilotar el proyecto y la puesta en marcha de  TV3 (1982-84), donde Quintá actúa "como un pujolista, él, que lo había odiado, orienta la información para favorecer al presidente y degradar a sus oponentes...El resultado es contundente. El 29 de abri de 1984 Jordi Pujol gana las elecciones. Mayoría absoluta" (p.168).

En los años 90 publicará en El Observador, El Mundo, Avui, Diari de Girona, El Debat..., pero salvo un breve paréntesis en 2014, cuando "Jordi Pujol confiesa haber sido defraudador fiscal durante décadas" (p.230), sus artículos no alcanzarán la misma repercusión.

En el plano personal, podemos decir que su vida fue un desastre, sin paliativos. Ya con 16 años comenzó a dar muestras de una extraña personalidad, al amenazar en una carta a Josep Pla con informar a la Policía (en plena Dictadura) de sus visitas en Francia a Tarradellas, Presidente de la Generalitat en el exilio.

Más adelante, en su etapa de TV3, "Quintá actúa como un tirano...con absoluta arbitrariedad" (p.153) y "si te invita a comer, el comensal sabe que pasará una hora desagradable. No solo devora como si fuera bulímico. Es que puede meter las manos en tu plato..." (p.162).

Pero lo peor está por llegar. En 2016 -Quintá tiene 73 años- asesina a su mujer de un disparo con una escopeta de caza y después se suicida.

Y he aquí uno de los aspectos que más dudas me han generado de la lectura de este libro: Jordi Amat no se limita a describir esa conducta anómala de Quintá. Trata también de explicarla. Y para eso acude a la psicología:

Habla de complejo de Edipo, de psicopatía, de necesidad de matar al padre para explicar ciertos ataques personales en sus artículos: "El mito se neurotiza. Su padre ha muerto y parece que transfiere a Pujol su complejo nunca resuelto..." (p.219).

Esa "narración de hechos reales" que propone Amat, ¿no ganaría abreviando esas referencias psicológicas que trufan todo el relato?

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5 comentarios:

  1. No recuerdo a este personaje, pero por lo que dices y dice Amat 'era un grandísimo periodista hijo de puta'. Malo y, quizás, obsesionado. No sé.
    No tomes en cuenta mi comentario, pero ¡es que me lees unas cosas, amigo! (ji).
    En todo caso, extraño personaje que no conocía pero que no me hubiera importado haberle dado más importancia en mi trayectoria.
    Un abrazo, don Emilio.

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    1. La culpa del descarrio en mis lecturas (en esta ocasión) ya he dicho, Blas, quién la tiene: Geli, Bassets y Serna.
      El caso del "hijoputa de Quintá" tal vez sea extremo, pero he conocido muchos casos parecidos de esa bipolaridad: gran profesionalidad en el trabajo e incapacidad para relacionarse con los demás, sea en el trabajo o en la familia.
      Quintá fue un personaje siniestro, pero en sus mejores momentos, escribió verdades como puños...que otros no quisieron escuchar o,peor, quisieron callar.
      Pujol encontró la fórmula al ofrecerle TV3.
      Un abrazo

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  2. A Jordi Amat: He leído con interés dos veces el libro y solo le veo una pega que comento al final de mi escrito.

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  3. Bueno, y otra a Lluís Bassets: Al final del comentario sobre el libro, recuerda que Kapuscinski decía que los cínicos no son para este oficio...excepto en el caso de Quintá. Pero no habla de otro ángulo muerto: el papel de Cebrián: ¿por qué en este país nadie dice la verdad?

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