sábado, 23 de mayo de 2015

Sobre ciertos cambios en "El País"

"La prensa española necesita una regeneración, tanto o más que la política" (David Jiménez, nuevo director de El Mundo).

Pues bien, sus colegas de El País parece que se han querido adelantar en esta regeneración, presentando el pasado 11 de mayo una serie de cambios en el diseño la edición impresa: nuevas secciones, reorganización de los suplementos y nueva tipografía para conseguir una mayor claridad y facilidad de lectura.

Hasta aquí todo muy bien. Entonces, por qué estos cambios no han sido bien recibidos por  lectores y crítica?



1. Los lectores:

Lola Galán, Defensora del Lector de El País, reconocía en su columna del pasado domingo 17 de mayo que se habían recibido un aluvión de protestas por la programación de televisión (más de 200 mensajes) y por la reducción del espacio dedicado a Cartas al Director, "la mejor sección de El País en los últimos años".

2. La crítica:

"Demasiado pocos, demasiado superficiales, demasiado prudentes, demasiado tarde. Los cambios realizados por el diario otrora progresista..." Así comienza el artículo en el que Javier Pérez de Albéniz se despacha a gusto contra unos cambios que considera solo cosméticos: "Un retoque de rimel en un diario que, como todos los de papel, necesita renovar sus cimientos".

3. Mi opinión:

Comparto quejas de lectores y crítica, pero me gustaría añadir que, tras estos cambios de diseño están otros cambios de calado.  Uno de los cuales señala de pasada Joseba Elola: "La apuesta de El País ha cambiado de eje". 

En efecto, El País de los próximos años se dirigirá más a "la América que habla  español y portugués" y menos a Europa, renegando así, o relegando a un segundo plano, una de sus señas fundacionales de identidad, su "clara vocación de europeo".

Conclusión:

Al parecer, estos retoques no van a impedir el "descenso a los infiernos del periodismo del que un día presumía de ser el diario de referencia en España". Cambios de diseño, sí; regeneración periodística en El País, no.

sábado, 9 de mayo de 2015

Otro (triste) Día de Europa

9 de mayo, Día de Europa.

No sé cómo lo veréis vosotros. Yo creo que este año tampoco hay mucho que celebrar. Por mucho que algunos digan que la crisis está  tocando fondo y que ahora empezaremos a remontar, el panorama no es halagüeño:

1. En el plano económico, la UE no solo ha sido incapaz de trazar, en estos siete años, un plan de emergencia para combatir los efectos más negativos de la crisis, sino que en más de una ocasión ha tenido que entonar un mea culpa y reconocer, como lo ha hecho recientemente Pierre Moscovici, que se han cometido errores.

2. En ningún momento, ni gobiernos nacionales ni  instituciones comunitarias se han atrevido a decir la verdad sobre la gravedad de la crisis ni a plantear alternativas que fueran votadas por los ciudadanos. Por ejemplo, ¿Estamos obligados a permanecer en el euro a cualquier precio?

3. En el aspecto internacional, la UE -aún sin contar lo que está sucediendo en países como Libia, Yemen, Gaza, Irak o Irán-,  asemeja a una ciudad sitiada por  conflictos como los de Ucrania, Siria, la amenaza yihadista, el drama de la inmigración...y la posibilidad de que Reino Unido salga de la UE.




4. Internamente,  no solo se ha detenido el imprescindible proceso de convergencia entre los socios de la Unión, sino que la fractura entre la Europa del Norte -protestante, rica y culta- y la Europa del Sur -católica, dependiente y menos culta-se ha acentuado hasta límites insospechados hace unos años.

5. En el ámbito institucional, la crisis ha dinamitado el tradicional equilibrio entre la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo. Al mismo tiempo, el "Eje franco-alemán" ha dejado paso al diktat alemán: "Es gibt keine Alternative zu Sparmaßnahmen" (No hay alternativa a la austeridad)

6. La UE se muestra, hoy por hoy, incapaz de avanzar hacia una Unión Económica y Monetaria, hacia una Europa Unida. La incapacidad de redactar una Constitución mínima es toda una metáfora.

7. En el aspecto político, cualquier paso para conseguir un mayor grado de integración es torpedeado desde los Estados. Todos los analistas coinciden en que, con un presupuesto del 1% del PIB, la UE no tiene capacidad de maniobra. Sin embargo los Estados, en lugar de ampliar dicho presupuesto, lo restringen.

Por todo eso, los ciudadanos no podemos sentirnos cómodos  en nuestra casa europea. Y esto continuará así mientras que las decisiones se tomen a nuestras espaldas y en perjuicio nuestro.