"Yo también estoy insatisfecho y rabioso por el estado en el que se encuentran las instituciones europeas; de modo que no quiero defender la UE tal y como se presenta en la actualidad..." afirma Martin Schulz, Presidente del Parlamento Europeo, en su libro Europa: la última oportunidad (2013).
Esta idea de "última oportunidad", ha debido calar entre las élites europeas. La prueba es que Valéry Giscard d´Estaing ha publicado en 2015 un llamamiento exactamente con el mismo título, mientras que el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, viene repitiendo esta misma cantinela desde su toma de posesión en noviembre de 2014.
Los llamamientos de Schulz, D´Estaing y Juncker no pueden ser más dramáticos pero, como es habitual, los Jefes de Gobierno no parecen compartir esta opinión o no están por la labor.
Así lo demuestra la reciente cumbre de Bratislava, la primera que se celebra a la sombra del Brexit. Llevamos años especulando si la UE, sin su caballo de Troya, sería capaz de avanzar con más audacia, agilidad y velocidad de crucero.
Por lo visto en Bratislava, no. Lo mínimo que se puede decir de esta cumbre es que los ciudadanos esperábamos una respuesta más contundente de los líderes europeos, en consonancia con esa "última oportunidad":
Un poco de autocrítica respecto a la política de austeridad y el reconocimiento de que esos recortes masivos están en la base de los nuevos populismos que amenazan a Europa; una respuesta más contundente a la crisis económica y de refugiados; avances en el combate contra el fraude fiscal para que no se repitan casos como el de Apple y contra los paraísos fiscales, para evitar casos como el de Neelie Kroes; cambios legislativos contra las puertas giratorias, para evitar casos como el de Barroso; más transparencia para no volver a caer en el ridículo como en el caso LuxLeaks, en el que los que destaparon el caso han sido condenados y los que han cometido el delito han salido indemnes...
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